
Atentado a Miguel Uribe: el regreso de la violencia en la alta política de Colombia

El terrible atentado ocurrido el sábado contra el senador y precandidato presidencial colombiano, Miguel Uribe Turbay, ha generado un tremendo impacto en diferentes áreas de la vida colombiana y puede considerarse que rompe el celofán pacífico que había vivido la política de ese país los últimos años. Si bien en la historia reciente recrudecen bolsones de violencia y múltiples asesinatos a líderes sociales de las regiones, así como la represión mortal a los estallidos ocurridos contra gobiernos anteriores, la esfera de la alta política se había mantenido exenta de violencia.
Se recuerdan en la historia grandes picos de la violencia política colombiana. El más reciente en 1989, año en el que ocurrió el asesinato de tres candidatos presidenciales, con tendencia izquierdista o nacionalista. El anterior hito, incluso con mayor impacto temporal, fue en 1948, con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, que detonó una ola de terror que casi ochenta años después aún persiste.
Pero más allá de las consideraciones históricas, el atentado a Miguel Uribe ocurre en un momento en el que se esperan importantes acontecimientos políticos en las próximas semanas y meses, como las presidenciales (mayo de 2026) y la consulta popular que impulsa Gustavo Petro (sin fecha definida), sobre los cuales ahora se proyecta, como una sombra, el crimen sicarial cometido el pasado fin de semana.
Con la víctima en estado delicado, se puede prever que este suceso va a repercutir en el ánimo de ambas campañas y también en las movilizaciones públicas.
El hecho de que ocurra a menos de un año de las presidenciales, da cuenta de que el móvil político cobra mayor probabilidad, lo que genera incertidumbre sobre el proceso cívico que Colombia debe afrontar los próximos meses.
Este nuevo tono en proceso de radicalización está siendo potenciado por el discurso beligerante del propio secretario de Estado de EE.UU.
Así como hay víctimas reales, existe el interés de provocar víctimas políticas. Independientemente de la motivación del crimen, es un hecho que puede obstaculizar la estrategia del presidente Gustavo Petro de convocar una consulta popular para que el pueblo decida sobre la reforma laboral que el Senado rechazó.

Este llamado a consulta, que se oficializó días antes del fatídico evento, busca concretar por la vía del apoyo popular-electoral, las ofertas que hizo Petro durante su campaña y que han sido bloqueadas, una tras otra, por diversas instancias del Congreso. Con esta iniciativa comicial del presidente, los sectores conservadores se han colocado a la defensiva y han comenzado a subir el tono del lenguaje, tratando de ubicar la actual istración como fuera de lo legal y lo legítimo. Es en este contexto en el que el atentado tiene lugar.
Este nuevo tono en proceso de radicalización, al que se han sumado líderes moderados del liberalismo, está siendo potenciado por el discurso beligerante del propio secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, quien hace juegos discursivos para responsabilizar al presidente del crimen.
Y es que tras el atentado, de forma automática los sectores de derecha arremetieron contra Petro y le apuntaron culpabilidades de diverso grosor.
Hay que recordar que la víctima pertenece al partido Centro Democrático, fundado por el histórico líder del uribismo, Álvaro Uribe, lo que significa que el autor intelectual operó contra una prominente figura del conservadurismo, lo cual no exonera a ningún sector debido a las pugnas internas de ese partido y de la derecha en general para conseguir un candidato unitario que enfrente al petrismo.
El otro escenario
Entonces, también habría que analizar la disputa interna de los partidos de la derecha, quienes los próximos meses tendrán que escoger un candidato que unifique todas las fuerzas conservadoras para poder vencer a la izquierda.
El nivel de división y de debilitamiento de los partidos de derecha les hace difícil incluso escoger candidatos únicos por partidos. Hasta el mismo Centro Democrático posee otras cinco candidaturas posibles. Todo esto quiere decir que Miguel Uribe estaba enfrentando pugnas internas con variados precandidatos, algunos de los cuales tienen vínculos públicos y notorios con sectores del paramilitarismo y de la derecha violenta.
Por lo tanto, tampoco se podría descartar que un enemigo cercano, en una pelea entre clanes políticos regionales, haya sido el autor intelectual del hecho en un país en el que estos sectores ultraconservadores, cercanos al paramilitarismo, han dado de bajo a múltiples políticos a diversas escalas en años anteriores, no solo en Colombia, sino también en otros lugares de América.
El impacto del atentado en la región
En la esfera regional, el hecho criminal no hace sino amplificar la preocupación sobre el protagonismo que están tomando este tipo de actos en la política de varios países de América.
Ya en 2018, el entonces candidato Gustavo Petro recibió un tiro en una ventana de su camioneta en pleno evento público. Ese año, el candidato y ahora expresidente, Jair Bolsonaro, fue atacado con un cuchillo y recibió varias puñaladas en un mitin, cuando era cargado en hombros por sus seguidores. En 2021, ocurrió el magnicidio del presidente haitiano, Jovenel Moïse, por parte de paramilitares y exmilitares colombianos. La exmandataria argentina, Cristina Fernández, también sufrió un atentado en 2022, que fue grabado en video. En 2023, sicarios lograron asesinar al candidato ecuatoriano, Fernando Villavicencio, en un evento que se vincula a sectores relacionados con la mafia colombiana. Y en 2024, ocurrió el atentado contra el hoy presidente de EE.UU., Donald Trump.
Es decir, hay una cadena de hechos de esta naturaleza en el continente que están logrando impactar en las decisiones de los pueblos y que buscan retomar de manera terrorífica la idea de que sea el miedo el que movilice masas, votos y sectores duros.

Con las respuestas automáticas que los conservadores enseguida reproducen, culpando y atacando a los sectores y líderes de izquierda, están haciendo la lectura de que movilizar al miedo va a generar una reacción en contra de Petro, así como en su momento lo hicieron con Rafael Correa, apenas sucedió el asesinato de Villavicencio y contra Fernando Haddad en Brasil durante las presidenciales de 2018, cuando Bolsonaro sufrió el atentado.
Sin embargo, el pueblo colombiano conoce mucho este tipo de actos criminales. No ha llegado a un gobierno progresista por casualidad, sino que posee un acumulado de conocimiento de cómo se ha manejado la política en el país, y a lo mejor tiene más experiencia que otros pueblos de entender un acontecimiento como éste y sobre todo inferir a quién quiere perjudicar y quién es el responsable.
Mientras Miguel Uribe se debate entre la vida y la muerte, la política en Colombia se debate entre la paz y la vuelta a la guerra.
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